El forjador galo
Procedente de las minas, el hierro se trabajaba desde hacía mucho tiempo con fuego y martillo antes de convertirse en un lingote perfecto para la forja. En la Aldea Gala durante toda la segunda Edad del Hierro, este lingote sería calentado, martillado, estirado, laminado, forjado, reforzado con fibra, formado, etc. Bajo el martillo, se convertiría en un simple clavo o remache, en cuchillos, arados y muchos otros objetos, pero a veces surgía a partir de uno de esos lingotes la formidable espada.
Los galos de la segunda Edad del Hierro dominaban a la perfección la metalurgia del hierro. Conocido desde la época de Hallstatt (750 a.C.), el hierro representa un metal fácil de explotar. Mucho más extendido en la naturaleza que el cobre y el estaño, permite además complejos intercambios comerciales.
Además, al ser más resistente que el bronce, el hierro permitió varios avances en el armamento, haciéndose las espadas cada vez más largas. También se desarrollaron las herramientas: martillos, yunques, sierras, picos, limas, pinzas, hachas, guadañas, hoces, agujas, horquillas, tijeras para esquilar a las ovejas, navajas, arados, etc. Todas estas herramientas se utilizaron hasta la aparición de las máquinas en el siglo XIX, sin olvidar los instrumentos de cocina como cuchillos, cucharas, coladores, cucharones, embudos y muchos más.
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