El trabajo del alfarero galo

La alfarería

La alfarería de los galos se divide en dos fases. En la primera (200 a.C.), los tarros se modelaban con colombines de tierra que se pegaban y alisaban para darle forma. Esta técnica era a veces utilizada por alfareros artesanos que se ayudaban de un torno manual que permitía armonizar las formas. Los tarros eran a menudo intercambiados o en cualquier caso se destinaban a un uso local. El trabajo de decoración, cincelado, conformación, efecto del material era habitual en la época de los galos. Los tarros debían ser útiles, pero también estéticos.

El segundo periodo consistiría en producir masivamente para el comercio gracias a la revolución que representó en esta época el torno. Este conllevó un ahorro de tiempo y permitió lograr una producción artesanal de cerámicas muy finas empleadas como vajilla de mesa, incluidos los recipientes para los líquidos, los sólidos, las conservas, la cocina y la mesa. Sin embargo, se sigue distinguiendo una vajilla áspera, a menudo raspada (facilitando así el agarre de las piezas) y una vajilla fina, al mismo tiempo bien trabajada, bien cocida y decorada.

La decoración de la cerámica podía ser en relieve, en hueco o simplemente pintada y otorgaba una importancia considerable en cuanto a la identificación de los grupos culturales. De hecho, cada periodo cronológico y cada región tienen su propia cerámica única y distinta de las demás. Los galos conocían la cocción "reductora", resultado de una adición de ramaje o follaje verde introducido en un momento específico en el horno. El carbono liberado de esa manera penetraba en la pieza, obteniendo unos colores característicos que van del marrón oscuro al negro. A diferencia de la cocción "oxidante" en la que el color rojo procede del óxido de hierro contenido en la arcilla, aquí se obtiene gracias a una oxigenación importante de la cocción.